Happycracia

 Al leer momento que leí happycracia, me detuve varias veces a cuestionarme mi modo de vida, no por cuestionamientos que ya he mencionado en entradas posteriores, sino que me ayudó como ejercicio introspectivo sobre mi "felicidad", lo pongo entre comillas porque no sé si seguir llamándola como tal. Para constructos tan complejos siempre surgen varias visiones, algunas intentan ver la felicidad como un proceso, otros como un producto final, y algunos más pesimistas aclaran que la felicidad solo son pequeños momentos en una vida de dolor. 

Reiterando puntos de vista sobre libros anteriores, sabemos que nuestra vida está pensada con base al consumo, que producto es más llamativo, como convencernos que lo compremos, de que manera generar dependencia a redes sociales, e incluso como crear adicciones a sustancias nocivas. Esto no importa que sea malo para la población, siempre y cuando alimente y genere capital. Sin embargo, ¿será que nuestras emociones o sentimientos también están siendo manipulados? ¿lo estamos permitiendo?.


 Como me mencioné antes, la felicidad en nuestra cultura es vista como un resultado de una serie de cosas, lo que nos han dicho, trabaja, cásate, ten hijos, compra una casa, un auto y ten dinero para salir a cenar una vez al mes, ahí serás feliz, por lo que todo es vendido como un producto, donde el proceso es resumen muchas veces de infelicidad. Todo esto es evidenciable, y es tan sencillo como abrir nuestra red social de preferencia, y ver como el contenido es muchas veces ver "vidas perfectas", todo milimétricamente pensado en que veamos y consumamos a la felicidad como un físico que conseguir, un auto que comprar, una vida que vivir, y nunca como un proceso. 

Pero que lógica hay detrás de esto, pues es simple, hacer negocio con nuestra felicidad, si vemos a la misma como productos que se pueden adquirir es sencillo entender por que nos necesitan infelices para vendernos muchas veces cosas que no necesitamos. He escuchado muchas veces la frase "es más fácil llorar en un Ferrari", cuando realmente sería mejor entender por que lloramos y como trabajamos en eso. Sin embargo es más costoso un auto que un proceso terapéutico que nos ayude a entendernos, por lo que al capital le conviene que queramos llorar en un Ferrari y no trabajar en nosotros mismos.

Esto evidentemente tiene un impacto nocivo para nuestra salud mental, ya que vienen las comparaciones en las que siempre quedamos en una postura de inferioridad, donde nuestro físico es peor que el o la modelo de Instagram, donde tenemos un auto viejo con cientos de miles de kilómetros, donde nuestra piel no parece porcelana, es decir, donde somos más infelices, y claro luego viene una vida llena de frustraciones por no conseguir todo lo mencionado. Esto afecta directamente en nuestra autoestima y por ende en nuestra salud mental.


El objetivo no es desinstalar las redes sociales, sino ver por una vida satisfactoria de varias maneras, como ser feliz con mi auto que se cae a pedazos, como trabajar en mí para ser quien yo quiero ser, y esto no significa que todo el mundo sin importar su contexto sea feliz, evidentemente necesitamos satisfacer ciertas necesidades para lograr la felicidad, pero no la veamos como un resultado final, veamos a la felicidad como un proceso no lineal. 





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